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Dos Cajetillas

• CRÓNICAS DE SOTOANCHO


► Dos cajetillas.

■ Como en los tebeos antiguos, he resbalado y caído cuan largo soy de norte a sur del baño, impactando con la cabeza en su vertiente norte.

La muerte de Mamá ha cambiado mi vida. No me canso de repetirlo. Al final, la tenía dominada por completo, pero algo de aquella terrible autoridad de antaño le quedaba y me atemorizaba. Por ejemplo, a mis casi setenta años, no me atrevía a encender un cigarrillo en su presencia. Y lo más humillante es que en mi presencia ella fumaba como un carretero. Según Mamá, en su familia nadie enfermó jamás por el fumeque, en tanto que en la de Papá el tabaco hizo auténticos estragos. Y resulta ridículo esconderse a mi edad para hacer de chimenea.

Sin ella posada sobre la faz de la tierra, he pasado a ser como una vieja locomotora de carbón. Hasta Marsa, que es fumadora empedernida, me ha advertido de los peligros del tabaco. “No puedes fumar tanto, Cristián. Te vas a morir”. Mi justificación no se la ha creído. “Es por los nervios y la pena que tengo desde que se murió mamá”. Tomás, que andaba por ahí trajinando cuando he emitido tan bellísima frase, se ha permitido el lujo de soltar una risilla más que mortificante para mí. Trata bien al servicio y te sacarán los ojos, como dice aproximadamente el refrán.

Pero no me contengo
Hasta bañándome he encendido un cigarrillo. Me ha durado poco porque no es fácil compaginar el mantenimiento del jabón, de la esponja y del pitillo simultáneamente. El jabón, sin avisar, se ha deslizado por mi mano izquierda y se ha puesto a nadar por el fondo de la bañera. A pesar de mi agilidad, su inmersión ha sido duradera, y al final me lo he topado entre mis piernas, lo que me ha obligado a meter mi mano derecha para agarrarlo, sin apercibirme que esa mano derecha tiene cinco dedos, dos de los cuales estaban ocupados en sostener el cigarrillo, que al contactar con el líquido elemento ha hecho una especie de “fshh” llenando de asquerosa ceniza mojada la superficie de agua límpida, lo cual me ha dado verdadero asco. Al no tener cenicero a mano, me he incorporado para salir del baño y depositar la colilla en el recipiente más cercano, olvidando que el jabón aún permanecía en el fondo. Al darme impulso con el pie izquierdo para salir de la bañera, dicho pie ha pisado el jabón y, como en los tebeos antiguos, he resbalado y caído cuan largo soy de norte a sur del baño, impactando con la cabeza en su vertiente norte, lo cual ha propiciado que suelte un alarido de dolor que, a Dios gracias, ha oído Tomás, acudiendo en mi auxilio inmediatamente. Al preguntarme, mientras me sacaba y secaba, por el motivo de mi desmoronamiento, he tenido que confesarle la verdad. Resbalamiento por presión sobre el jabón, lo cual también le ha hecho gracia, detalle que me ha molestado sobremanera. “Eso le pasa por fumar tanto, señor marqués”. Jamás volveré a fumar durante el baño. Soportaré como pueda esos treinta minutos de pompitas de jabón y entonación de cantos regionales. Pero fuera del baño me voy a inflar. Hasta que no llegue a las dos cajetillas diarias, no paro. Por tu culpa, Mamá.

El Rincón de "Fali"

[Fuente: Alfonso Ussía]

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