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Biografía.- Julio César,


• BIOGRAFÍAS


♦ Formó el Primer Triunvirato con Craso y Pompeyo. En 58 a. de C. conquistó, tras años de guerra, las Galias. Este hecho le proporcionó la gloria militar y también la política, ya que se hizo con el mando de la República. Sin embargo, no logró su gran ambición: la supremacía romana.

► Julio César, el general que soñaba con hacer de Roma un imperio

La campaña de las Galias es, desde el punto de vista militar, la obra magna de Julio César. Su estrategia y tácticas constituyen, todavía hoy, motivo de estudio y análisis en las principales escuelas castrenses del mundo. Fueron ocho años agotadores en los que las legiones romanas dieron fiel muestra de su enorme capacidad bélica.

Cayo Julio César es uno de los personajes más decisivos de la Historia. Nacido en 100 a. de C., tuvo que esperar a la madurez para obtener el prestigio y popularidad suficientes que le elevaran a lo más alto de una república romana que él soñaba imperial.

En los tiempos del Primer Triunvirato —formado por Craso, Pompeyo y Julio César—, Roma miró por primera vez con decisión hacia el interior del continente europeo. Hasta ese momento, la máxima ambición latina se había centrado en el dominio del Mediterráneo. En el siglo I a. de C., las tribus celtas se asentaban en buena parte de Europa, incluidas las islas británicas. El principal grupo celta eran los galos, cuyas ciudades y aldeas se extendían por más de 600.000 kilómetros cuadrados en las actuales Francia, Bélgica y Luxemburgo.

En 58 a. de C., 10 legiones romanas penetraban en el territorio galo. La excusa oficial fue la de perseguir los restos de las tribus helvecias (suizas), diezmadas previamente por los hombres de César, quien actuaba como gobernador de la Galia Cisalpina, en la frontera norte de la actual Italia.

Las Galias albergaban más de 800 ciudades e innumerables aldeas dispuestas para la defensa ante el invasor. El propio César, intuyendo la dimensión de aquel episodio, lo documentó con exactitud en sus famosas "Crónicas de las Galias". Éstas eran informes exhaustivos de sus hazañas que, de manera periódica, enviaba a Roma, donde se leían públicamente entre el delirio de los ciudadanos, lo que aumentó la leyenda del poderoso general. En la campaña de las Galias, César logró que sus hombres marcharan 50 kilómetros diarios, llegando a comentar: "Las guerras se ganan por los pies".

Los galos, por su parte, abandonaron las disputas internas para unirse bajo el interés común de expulsar a las tropas invasoras. El elegido para liderarlos fue el príncipe Vercingétorix, un inexperto joven de apenas 20 años, pero con un innegable ascendiente sobre las tribus que debían combatir. En todo caso, los efectivos galos eran abrumadoramente superiores con respecto a su enemigo, si bien durante la contienda no supieron sacar ventaja de su conocimiento del terreno ante los certeros golpes ocasionados por Julio César y sus 50.000 legionarios.

Durante años los galos intentaron socavar el ánimo de los romanos arrasando cosechas y pueblos que pudieran abastecer su línea de suministros. Pero el esfuerzo fue inútil, dado que las principales ciudades galas fueron cayendo. En Avarico, de los 40.000 defensores iniciales, sólo 800 escaparon vivos. Finalmente, en 52 a. de C. Vercingétorix y 80.000 guerreros se refugiaron en la ciudad sagrada de Alesia a la espera de refuerzos. Los romanos decidieron dar la batalla decisiva en aquel punto, a sabiendas de que un contingente de combatientes celtas con más de 250.000 efectivos se acercaban en auxilio de los sitiados.

En este momento afloró el brillante ingenio de César, quien ordenó la construcción de dos perímetros defensivos con más de 40 kilómetros cubiertos por zanjas, muros, empalizadas y torres. Todo un prodigio de ingeniería militar que dejó rodeada la ciudad y las tropas romanas a cubierto. Las obras finalizaron a tiempo para soportar las primeras embestidas de los galos. Durante tres días con sus noches, miles de hombres murieron a uno y otro lado en batallas feroces sin cuartel. Sólo la disciplina legionaria y la actitud heroica de Julio César, siempre en vanguardia, consiguió que la batalla se decantara del lado romano.

Los desalentados galos abandonaron el campo de batalla o se rindieron. El propio caudillo bárbaro, incapaz de seguir luchando ante aquella supremacía militar, terminó entregándose para ser enviado a Roma cubierto de cadenas y morir de forma poco honrosa años más tarde.

Durante este singular conflicto, de los tres millones de guerreros que se enfrentaron a César, un millón murió en los combates, otro fue esclavizado y el tercero dispersado o sometido. Constituyendo este hecho el mayor éxito bélico de Roma sin parangón en la cronología del mundo antiguo.

Acompañado por el triunfo, César supo aprovechar la victoria para dimensionar su carrera política, haciéndose de paso con el mando de la República. En 44 a. de C., sus aspiraciones de ver a Roma convertida en un imperio quedaron truncadas tras su asesinato a manos conjuradas. Aunque, su sucesor, Octavio, tuvo oportunidad de culminar la obra que había impulsado su vibrante trayectoria vital.

[Fuente: JUAN ANTONIO CEBRIÁN, Ilustración: GASPAR MEANA]

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