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Biografía.- Custer


• BIOGRAFÍAS


♦ Su carácter pendenciero llevó a sus padres a inscribirle, con 16 años, en la academia militar de West Point. Con sólo 23 años, George A. Custer era general. Bajo sus órdenes y siguiendo una estrategia cuestionable, cientos de soldados fueron masacrados por los indios en Little Big Horn.

► Custer, el megalómano líder del Séptimo de Caballería.

El 25 de junio de 1876 casi 4.000 indios integrantes de una confederación de tribus formada por sioux, cheyennes y arapahoes, infligieron una severa derrota al Ejército de Estados Unidos. Ese día, el legendario Séptimo de Caballería no sólo fue víctima de los nativos, sino también de George Armstrong Custer, su excéntrico y megalómano jefe.

Nacido el 5 de diciembre de 1839 en New Rumley (Ohio), George no mostró gran entusiasmo por los estudios y sí por las aventuras y pendencias infantiles, lo que motivó a sus padres a inscribirle, con 16 años, como cadete en la academia militar de West Point.

En abril de 1861 estalló la Guerra de Secesión y muchos estudiantes dejaron el prestigioso centro castrense dispuestos a combatir en aquella contienda fratricida. Custer se licenció en junio de ese año convertido en el último de una menguada promoción de 34 oficiales. Tenía 21 años. Sin embargo, la guerra le iba a otorgar la posibilidad de demostrar su arrojo y valentía en las sangrientas batallas que se produjeron entre los ejércitos federal y confederado. En poco tiempo ascendió como la espuma, gracias a su determinación en encuentros decisivos, verbigracia Gettysburg, lo que propició su nombramiento como general con sólo 23 años. El 9 de abril de 1865 el general sureño Robert E. Lee entregaba su bandera a un orgulloso Custer en la estación de Appomattox; gesto con el que se rubricó el fin de una guerra en la que murieron 700.000 norteamericanos.

Tras meses de violencia, era difícil acostumbrarse a una vida civil y, por ello, Custer aceptó seguir en el Ejército, aunque sus galones de general quedaran devaluados a los de capitán. Pero la Historia estaba dispuesta a concederle una nueva oportunidad. Los indios de las llanuras centrales andaban revueltos y el general Sheridan preparaba una campaña contra los temibles guerreros cheyennes, por lo que solicitó la presencia de veteranos oficiales. Entre ellos se encontraba un Custer ansioso por entrar en combate. Sheridan le ascendió a teniente coronel, entregándole el mando del Séptimo Regimiento de Caballería.

En su nuevo destino volvió a hacer alarde de un carácter indómito. Abandonó el puesto de mando en diversas ocasiones para visitar a su mujer, Elizabeth, de la que estaba tan enamorado que, según se cuenta, llevaba unas bragas usadas de ella como amuleto cada vez que marchaba para una misión. También fue expedientado por manipulación del patrimonio, desatención a los heridos y ejecución sin juicio previo de soldados desertores. Asuntos por los que se tuvo que presentar ante un consejo de guerra, que le condenó a un año de empleo y sueldo. Empero, la sentencia no llegó a cumplirse en su totalidad, ya que, en septiembre de 1868, volvieron a producirse hostilidades con los indios y Custer fue requerido en su cargo al frente del Séptimo para sofocar los diferentes levantamientos aborígenes.

El punto culminante del conflicto llegó en junio de 1876, cuando una expedición punitiva dirigida por el general Terry se encaminó hacia Little Big Horn (Montana) con la intención de sojuzgar el ánimo de lo que se creía un pequeño contingente de indios rebeldes. Cabellos largos —nombre por el que era conocido Custer entre los cheyennes— pidió permiso para adelantarse con su regimiento al encuentro de los pieles rojas.

A marchas forzadas, la columna de tropas compuesta por 12 escuadrones, con 655 soldados y una caravana portadora de suministros y municiones, con otros casi 200 efectivos, se situó en las inmediaciones del poblado donde se alzaban centenares de tiendas en las que se refugiaban casi 4.000 indígenas dispuestos para la batalla.

El 25 de junio Custer ordenaba de forma irreflexiva iniciar la acción sobre el enemigo. Para su sorpresa, éste respondió organizadamente disparando más de 1.000 rifles Winchester 44, comprados a los traficantes de armas. Los bravos guerreros del jefe Caballo Loco rodearon en poco tiempo a los atónitos jinetes norteamericanos, que apenas pudieron intentar una retirada coherente.

Los casacas azules dirigidos por Custer sucumbieron casi al completo, siendo horriblemente mutilados por los furiosos nativos que, al fin, podían cobrarse venganza de tantas humillaciones sufridas. No obstante, el cuerpo del temido Cabellos largos fue respetado y sólo recibió sendos cortes en los oídos a fin de que pudiera escuchar a los espíritus sobrenaturales en su camino hacia el más allá.

Tenía 36 años y dejaba atrás un abrumador currículo de experiencias llenas de heroísmo, masacres y sobresaltos. El lugar donde murió fue declarado posteriormente Cementerio Nacional y en 1946 pasó a la categoría de "Monumento nacional al campo de batalla de Custer".

[Fuente: JUAN ANTONIO CEBRIÁN]

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