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Biogradía.-Trajano, hispano convertido en emperador romano

• BIOGRAFÍAS


► Trajano, el hispano que se convirtió en emperador de Roma .

■ Desde su integración plena en el Imperio Romano, Hispania descolló como una de las más luminosas provincias, aportando a la grandeza imperial tropas, materias primas y personajes de alto calado social, incluidos tres emperadores que otorgaron periodos de bienestar a la potencia más impresionante del mundo antiguo. Trajano fue el primero de dichos Augustos.

Marco Ulpio Trajano nació en Itálica (cerca de la actual Sevilla) el 18 de septiembre de 53 d. C. Era miembro de una conocida familia castrense, siendo su padre un respetable funcionario y general de Roma. El pequeño se educó dentro del ámbito militar y muy joven participó en los ejércitos dirigidos por su progenitor en Siria, provincia romana de la que era gobernador.

En su juventud, Trajano consiguió méritos suficientes para el ascenso político y, en 89 d. C., obtuvo el cargo de pretor, marchando después como legado a Hispania, donde se puso al frente de la VII Legión Gémina. Su creciente prestigio le condujo a la limes —grandes murallas fronterizas que levantó el Imperio Romano— germana, donde se acreditó como valiente general y conductor de hombres. En 91 d. C., el emperador Domiciano le concedió el título de cónsul de la Germania Superior. Seis años más tarde, el emperador Nerva le adoptó oficialmente, asociándole al trono imperial con el consenso del Senado y el Ejército.

En enero de 98 d. C., el fallecimiento de su padre adoptivo le alzó a lo más alto del Imperio. En la unción posterior, el flamante César fue reconocido también Optimus Princeps, lo que ofrecía una idea sobre las cualidades demostradas por el hispano para asumir la púrpura augusta. El gobierno de este primer emperador llegado de provincia se caracterizó por una buena aplicación de la justicia y una aliviadora estabilidad social. Además, gratificó a sus tropas y garantizó la alimentación diaria a los niños necesitados. Redujo la presión fiscal, concedió créditos a bajo interés a la clase agraria y puso en marcha un gran aparato burocrático que mejoró ostensiblemente el rendimiento económico de las provincias.

No se olvidó de su tierra natal, proporcionándole infraestructuras de todo tipo: monumentos, edificios, puertos... Durante su mandato crecieron las inversiones en obras públicas. Cabe destacar en este apartado el foro de Trajano, la basílica Ulpiana, el puente de Alcántara, bibliotecas, las termas del Esquilino, la vía Traiana, la restauración de la vía Apia, la ampliación del puerto de Ostia y su monumento más representativo: la columna trajana, donde figuran sus victorias en la Dacia (actual Rumanía).

En el capítulo militar, Trajano brilló con intensidad. La conquista de la Dacia no sólo supuso la incorporación de un rico territorio con enormes yacimientos de oro en Transilvania; también sirvió para celebrar unos juegos que serían recordados como los más grandes de la historia romana. La causa: en ellos 10.000 gladiadores y otras tantas miles de fieras lucharon y murieron durante cuatro meses como homenaje a la hazaña de su carismático emperador. Trajano intentó emular a Alejandro Magno lanzándose con éxito a la conquista y dominación de Oriente. De ese modo, Mesopotamia, Armenia, Asiria y el norte de África se integraron por la fuerza de las armas en el Imperio Romano. El propio César adoptó en recuerdo de aquella gesta el sobrenombre de Pártico.

Estas campañas le sirvieron para remodelar la guardia pretoriana y mejorar la estructura del Ejército romano, creando nuevas legiones que aseguraron una eficaz defensa del Imperio. Asimismo, queda patente que muchos hispanos sirvieron al emperador en los estamentos político, económico y militar y se les pudo ver en los múltiples conflictos guerreros como generales, oficiales o tropas de combate. En el caso de la Dacia, numerosas unidades hispanas lucharon haciéndose merecedoras de grandes elogios por su lealtad y esfuerzo. Baste comentar que hacia 107 d. C., la frontera danubiana contaba para su protección con 10 espléndidas legiones, y buena parte de las tropas auxiliares que las apoyaban provenían de Hispania.

En 117 d. C., Trajano se sintió enfermo mientras regresaba de Oriente. Su gran altura y corpulencia física no le sirvieron para detener un fatídico mal, que lo paralizó progresivamente. El 8 de agosto de ese año, falleció en Cilicia (en la actual Turquía). Sus cenizas llegaron a Roma en medio de la consternación general, siendo depositadas en la base de la columna que lo inmortalizó. Su viuda, Plotina, lloró la irreparable pérdida, pero no tuvo inconveniente en potenciar la candidatura de un presunto amante, otro hispano nacido también en Itálica y sobrino de Trajano. Éste hombre, llamado Elio Publio Adriano, sería el segundo y más reconocido emperador hispano.

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