Así es. Era una jugada empresarial de Henry Ford para ganar más dinero.
La decisión que Henry Ford tomó a principios de 1914 sorprendió a propios y extraños. Ford decidió instaurar un sueldo mínimo para los obreros que trabajaran en sus fábricas: cinco dólares diarios por ocho horas de trabajo. Lo normal era pagar dos dólares por jornadas de nueve horas. Con esta decisión, Ford instauraba por primera vez el salario mínimo. Pero lo cierto es que, tras esta decisión, no se escondían grandes dosis de altruismo con el obrero. Era simplemente cuestión de rentabilidad. La fábrica en la que se producía el afamado Ford T veía alterado su ritmo debido a la excesiva movilidad de los trabajadores. Además, la instrucción de nuevos empleados resultaba excesivamente cara. Gracias a esta medida, la productividad aumentó de inmediato. Y, no sólo los obreros trabajaban mejor y producían más, sino que también podían permitirse ahorrar para comprar un coche, por lo que además se convirtieron en clientes. A eso se llama matar dos pájaros de un tiro.
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