■ Carmen Cervera, ‘Tita’, baronesa Thyssen.
El ‘lunes negro’ nos enseña que el mundo es un pañuelo, y que si se resfría Wall Street se produce una pulmonía en Tokio o en Madrid.
Actriz en su juventud de esplendorosa belleza. Caminos llanos y senderos pindios hasta encontrarse a sí misma y al barón ‘Heini’ Thyssen, multimillonario, tímido, propietario de una colección pictórica fabulosa que, gracias a ella –todo hay que decirlo–, se ha quedado en España. Lo del precio es lo de menos.
Thyssen, dotado para los negocios, no lo estaba para los idiomas. Se casó con una española, vivió más de una década en España y no hablaba ni patata en español. Se aprendió una pregunta y una observación encadenada. “¿Te gustan los toros?”; ante una respuesta afirmativa, sentenciaba: “Pues tienes el mismo gusto que las vacas”. Lo pasaba bien con su chascarrillo.
Carmen Thyssen, Tita Cervera, la baronesa por definición, vivió en la popularidad discreta hasta que enviudó. Cayó el peso de la responsabilidad sobre ella y adquirió costumbres extrañísimas. Últimamente se ata con excesiva frecuencia a los árboles del Paseo de Recoletos. Gracias a sus voluntarios encadenamientos, ha conseguido que todo un proyecto de mejora de una de las zonas más visitadas de Madrid, se halle en situación de sueño y modorra. Todo por unos pocos árboles –que no son el gran sauce, el taxolio del Retiro, precisamente–, y una discusión acerca de la anchura de las aceras que rodean a su museo. Primero se ató junto a Pilar Bardem, que se ata por cualquier motivo, y posteriormente lo hizo en compañía de otros defensores de los plátanos que confundían, hasta que se ataron, los plátanos de Recoletos con los plátanos de Canarias.
Influencias
Pero su poder es grande. Amenazó con llevarse la colección a otra parte, cuando ante el Rey y el conde de Barcelona, su marido se comprometió a que la Colección Thyssen ocuparía el Palacio de Villahermosa “para siempre”. No confía en su nuera, esposa rubia y rara de su hijo Borja, y en ese aspecto coincido plenamente con la baronesa.
Si no se atara tanto, sería una mujer unánimemente respetada, pero ha perdido magia con sus encadenamientos. Hasta la fecha, los hombres y mujeres atados a los árboles lo eran por bandoleros, verdugos, sádicos o forajidos del Oeste. Tita Thyssen ha inventado una nueva modalidad. Es atada a los árboles por su chófer, al que encima, paga religiosamente el sueldo. Cría cuervos y te sacarán los ojos, contrata a chóferes y te atarán a los árboles de Recoletos.
De momento, la victoria ha sido suya. El alcalde de Madrid se ha puesto a su disposición, y se hará lo que sea siempre que ella apruebe el proyecto. Es la baronesa-alcaldesa por excelencia, pero sin pasar por las urnas.
Alfonso Ussía
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