Biografía.- Julián Marías

• BIOGRAFÍAS

♦ {17-VI-1914 15-XII-2005}

► Julián Marías, el admirable talante de una mente privilegiada.

■ Filósofo. Nacido en Valladolid, marchó a Madrid, donde fue discípulo de Ortega y Gasset. Se licenció al comenzar la Guerra Civil para luego ingresar en las filas republicanas. En 1942 vio suspendida la presentación de su tesis por una frase que hablaba mal del franquismo. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua y senador por designación real.

La muerte despierta una generosidad epidérmica. Los que callaron se vuelven locuaces. Muchas voces se han alzado tras el fallecimiento de Marías, quejándose de la poca justicia, de la cicatería con que fue tratado en vida, en especial por los filósofos. Siento como si yo también hubiera colaborado a provocar esa situación. Muchas veces pensé escribir algo en homenaje a Marías y, por una cosa o por otra, lo fui postergando. Lo siento.

Julián Marías fue un intelectual, un humanista, un filósofo empeñado en hacer inteligible el mundo en que vivía. En eso consiste la razón vital, en salvar conceptualmente la circunstancia. La filosofía tiene que ser sistemática, decía, pero la articulación del sistema no procede de una arquitectura ideal y deductiva, sino de la propia biografía. Tiene un carácter situado y temporal. La circunstancia impone sus temas al pensador, que se convierte así en servidor del presente. Por eso fue exponiendo su sistema desmigado en artículos, conferencias, libros múltiples. Admiro este minucioso y tenaz esfuerzo de cronista. La realidad española diaria está siendo puesta en palabra poética desde hace años por Francisco Umbral, y fue puesta, también durante años, en palabra filosófica por Julián Marías. Ambos autores son devaluados por los que no comprenden sus proyectos intelectuales, y dicho sea de paso, por los que no soportan que sean autores muy leídos.

El hombre, cuando no está en claro respecto de la situación, tiene que pensar para poder vivir. Por eso el pensamiento es una función vital, un requisito para la supervivencia. No se vive para conocer, como sostenía un platonismo que convirtió la verdad en ídolo. Se conoce para vivir. La inteligencia práctica está por encima de la inteligencia teórica, que es una de sus especializaciones. Verdad es el estado en que nos encontramos cuando sabemos a qué atenernos. Y como nuestro modo de vivir es histórico y el tiempo es el ingrediente esencial de nuestra existencia, la verdad se hace también histórica.

Esta concepción de la vida intelectual la heredó Marías de Ortega, a quien dedicó su obra más importante y acabada, dividida en dos volúmenes: Ortega. Circunstancia y vocación y Ortega. Las trayectorias. Es, además de una biografía intelectual, una teoría de la biografía. Pretendió algo que retrata la personalidad de Marías: "Completar a Ortega consigo mismo y darle sus propias posibilidades". Ésta podría ser una buena definición de la actividad creadora: descubrir posibilidades, no ahogarlas. Es también una buena definición de la generosidad, que es un empeño de ampliar la fertilidad propia y ajena. En un país "dinamicida", asesino de posibilidades y energías, perteneció a una generación culta y esencialmente optimista, que prefirió el trabajo a la queja: Laín, Tovar, Rof Carballo, Aranguren, Ruiz Jiménez, entre otros. Javier Marías ha escrito un conmovedor retrato de su padre "siempre trabajando".

Servicio público. Fue también una generación muy preocupada por España como tema de meditación. Muy situada en España. Escribió que "nadie que no sea español —y muy a fondo— puede llegar a penetrar en los secretos de la vida y de la obra de Ortega", y algo parecido podría decirse del propio Marías. Hay en su obra un cierto ascetismo de la situación. Vive intelectualmente pegado al terreno. Hablando para sus vecinos. Pensando para el lector inmediato. Intentando pasar tesoneramente de la anécdota a la categoría. No creo falsearle al decir que él también concibió la filosofía como servicio público. Su meta era hacer inteligible España, entre otras cosas. O lo que es igual, hacerla navegable.

He hablado de su optimismo, que le procuró el desdén de los listillos. El pesimismo goza de un prestigio intelectual que no merece, pero no hay que olvidar que todos vivimos gracias a optimistas tenaces. Admiraba lo egregio, la vida ascendente, una aristocracia del esfuerzo y del mérito, lo que irritaba sobremanera a un cierto populismo de la mediocridad. Además, era católico, lo que para otro grupo de enteradillos es casi una demostración de falta de inteligencia. Y, por último, era profundamente liberal e independiente, cosa que fastidiaba a otra muchedumbre. Era difícil reunir tantos motivos para encrespar el sectarismo ambiente: liberal, católico, independiente, antimasificación, optimista y muy leído.

Los temas tratados por Marías son numerosos y plurales. Recomendaría al lector que leyera, además del libro sobre Ortega, su Introducción a la filosofía, porque es el plano general de su territorio mental. Y también sus memorias, tituladas Una vida presente. Su hijo Javier ha escrito que su padre no tenía ego. En tiempos narcisistas como los nuestros, carecía de ese ansia de visibilidad que nos está corrompiendo a todos. Repetía una frase humilde y grandiosa, que retrata a una persona comprometida que no escurre el bulto, y que podría servirle de epitafio: "Por mí, que no quede". Admirable.

[Fuente: José Antonio Marina, es filósofo]

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