• SOCIEDAD
Alejandro Santella, 15 años, con una vieja máquina de escribir en una playa de Marbella, su ciudad natal
► Alejandro, el niño que escribe novelas
■ Recluido para escribir . La historia comienza hace cuatro años. Alejandro era un niño de ?? y sus padres empiezan a preocuparse porque pasa demasiadas horas encerrado en su cuarto, jugando (pensaban ellos) con el ordenador. Le llamaban la atención y él no hacía mucho caso, hasta que un día le dio por decirle a su madre que no estaba jugando, que si se tiraba tantas horas allí era porque estaba escribiendo un libro. Alejandro había tenido siempre mucha imaginación. Se pasaba el día inventado historias, otros mundos paralelos para jugar con sus amigos. Hablaba de los personajes de El señor de los anillos con devoción… así que pensaron que a lo mejor era alguna de sus invenciones. «Nosotros, al principio» explica Pepe, su padre, «supusimos que aquello era la típica chiquillada, que habría escrito cuatro o cinco líneas y que él lo llamaba ‘escribir un libro’. Cuando nos enseñó lo que llevaba hecho nos quedamos de piedra. Era una novela de verdad y además nos parecía que estaba muy bien escrita, que era una historia muy interesante. No nos lo podíamos creer».
Decidieron intentar que se publicara. Lo enviaron a varias editoriales, pero a nadie le interesó. Hasta que Yolanda, su madre, se acordó de su amigo Miguel, que hacía una revista de relojes. Le planteó el tema y le dijo que a lo mejor a él le apetecía publicarlo. Miguel Gómez (que ahora es su representante) no ha podido venir a la presentación de la obra porque está de viaje de negocios, pero hablamos con él por teléfono. «Cuando leí el libro me pareció que estaba muy bien, que podía gustar mucho. No estaba del todo convencido, pero los padres de Alejandro me dijeron que entre amigos y gente de Marbella podía venderse más o menos bien. Pensé que era bonito ayudar a que se hiciera realidad el sueño de un niño. Haría una tirada corta y seguramente al menos recuperaría los gastos de imprenta», declara.
Alejandro entre sus padres, Yolanda y Pepe, en su casa.
► Alejandro, el niño que escribe novelas
Pero Miguel se equivocaba. El libro empezó a venderse rápidamente y los medios de comunicación no pararon hasta encontrar a ese niño de ?5 años que había escrito un libro de fantasía al estilo del El señor de los anillos, con un mundo paralelo, unos niños encabezados por el valiente Sebastián, que intentan salvar su tierra (en la que hay siempre paz y no hay nunca nada malo) de la Oscuridad en la que quiere sumirla el malvado Morbal. Espadas, magia, aventuras, un mapa propio y todo lo que debe tener un libro de fantasía para adolescentes, que también puede gustar a los adultos.
Empezaron los medios locales y después vinieron los periódicos nacionales, las televisiones, las radios. A partir de ahí, el mundillo editorial se interesó por Alejandro. «Nos llamaban de editoriales y también, ¿cómo se llama? Sí, eso, agentes literarios. Pero no- sotros no entendemos de esas cosas y todo se lo pasábamos a Miguel. Aunque no es lo mismo vender joyas que libros, pensamos que él podía manejarse mejor en ese mundo».
A largo plazo. Efectivamente, a partir de entonces Miguel empezó a recibir todo tipo de ofertas. Él ya tenía algo de experiencia en el mundo de la industria cultural porque en los años 80 había sido mánager de un grupo de Marbella, El Alma, pero no era lo mismo. «No soy un experto en el tema, pero tanto sus padres como yo teníamos algo muy claro. No queríamos que esto fuera el típico pelotazo de un libro que llama la atención y que después se esfuma. La idea es que Alejandro tenga, si él quiere, y parece que sí porque disfruta muchísimo escribiendo, una carrera a largo plazo. Por eso elegimos a Martínez Roca como editorial, porque nos daban una serie de garantías que no nos ofrecían otras que ponían mucho más dinero sobre la mesa», comenta.
Carmen Fernández de Blas, directora editorial de Martínez Roca, lo corrobora. Alejandro Santaella puede sentirse orgulloso de que esta editora haya pensado en él. Conocida por su olfato para descubrir el talento, ha sido la primera en apostar por escritores como Julia Navarro, Matilde Asensi o quien editó ese libro esencial en la carrera de Ana María Matute que fue Olvidado Rey Gudú. Ella explica en qué consistió esa oferta que convenció a los padres y al representante de Alejandro Santaella. «Le descubrí por la prensa», explica. «Leí una entrevista con él en El País y la historia me pareció muy curiosa, así que me hice con ese primer libro. Cuando lo leí me di cuenta de que no era una simple anécdota, algo curioso, sino que ahí había una historia magníficamente estructurada y un escritor, con cosas que pulir, pero con una imaginación y una capacidad narrativa increíbles. Desde el principio tuvimos muy presente que estábamos hablando de un adolescente y que todo tenía que supeditarse a eso. Les ofrecimos la posibilidad de ponerle un tutor, alguien que pudiera servirle de guía y le enseñara claves para mejorar algunos puntos del libro. La idea era que le ayudara a pulir el que ya estaba publicado y que le guiara a la hora de ampliar la novela con una segunda parte, para que ambas formaran el libro que está ahora en las estanterías».
Que no haya suspicacias. En el mundo editorial esa figura es más habitual de lo que parece. No hablamos de un negro, sino de alguien que pule, que sugiere que una subtrama sea más larga, que un personaje se elimine… En Estados Unidos los editores lo hacen constantemente con los autores adultos, lo que pasa es que son pocos los escritores que se atreven a decirlo. Carmen Fernández de Blas lo ratifica. «Alejandro es un buen novelista, de eso no hay duda, pero había aspectos que necesitaban una modificación. Podíamos haberlo hecho nosotros, cambiar cuatro cosas, pero no. Queríamos que fuera él mismo quien lo hiciera y que tomara decisiones y aprendiera, para el futuro, porque pensamos que puede tener una carrera larga y fructífera. La madera la tiene. Y no te creas, ha habido cosas que no ha cambiado, porque las tenía muy claras».
Pero… ¿cómo se le ocurrió escribir un libro? Y hay una respuesta que se nota que tiene muchas horas de viaje, que Alejandro ha repetido una y otra vez a lo largo de estos meses de entrevistas: «Pues porque quería compartir mis sueños con los demás».
–Ya, ¿pero qué más? ¿Te divertía crear un mundo paralelo? ¿Habías leído El señor de los anillos y pensabas que tú podías escribir algo así? ¿Te aburrías y te pusiste a escribir en vez de jugar a la Play?
–A mí me gustaban mucho los libros de fantasía. El señor de los anillos, La historia interminable, libros de Michael Paolini. Y ahora estoy leyendo a Laura Gallego, que me encanta. Como siempre me he imaginado muchas cosas y me gustaba escribir, empecé haciendo historias cortas y poemas para niñas que me gustaban. Poco a poco me di cuenta de que podía escribir una historia más larga…
–¿Y qué es lo que más te cuesta, la estructura, crear los personajes?
–Lo que más me cuesta es empezar. Bueno, y los nombres, porque mi padre me ayuda a encontrar algunos nuevos. Pero cuando he escrito las dos primeras líneas, ya está todo hecho. Y a partir de ahí viene seguido. Mi padre dice que cuando escribo es como si me estuvieran dictando.
–¿Y qué es lo que más te gusta?, ¿que los personajes hagan lo que lo que a ti te gustaría hacer, que puedes crear un mundo paralelo?
–Sí, está bien eso de pensar en un mundo distinto y de crear personajes que hagan lo que yo a lo mejor no podía hacer en la vida real. Podría decirse que Sebastián soy yo. Bueno, lo que me gustaría ser… Y eso está muy bien, es muy divertido.
–Y el hermano de Sebastián, Alberto, ¿es tu hermano?
–No, yo soy hijo único. Alberto sería mi parte más miedica.
Un niño como todos. Ana Gázquez, que con la promoción del libro pasa mucho tiempo con él, ya nos había advertido de lo que esta respuesta confirma. «Alejandro es un encanto, muy intuitivo y cariñoso, pero con una inteligencia emocional fuera de lo corriente para un niño de su edad».
Efectivamente, Alejandro, en algunas cosas, parece mayor de lo que es, aunque sus padres, como todos los padres del universo, se empeñen en afirmar que su hijo adolescente mantiene un carácter ligado a la niñez. «Sigue jugando con muchos de los muñequitos esos de fantasía, como cuando era pequeño», cuenta su padre. Pero eso no quiere decir nada. Una de las grandes pasiones de Alejandro son las cartas Magic, los juegos de tablero, los cómic manga y los juegos de rol. En su Marbella natal pertenece al club La Guarida, donde se reúnen chicos de hasta casi 30 años aficionados a todos esos juegos relacionados con mundos fantásticos, elfos, espadas, encantamientos y universos paralelos. Ahí Alejandro ha encontrado a compañeros de intereses y críticas constructivas.
–¿Y cuál ha sido la pregunta más rara que te han hecho? Aquí interviene su padre. «Lo más raro fue en un programa de radio en el que le preguntaron qué opinaba de la Operación Malaya… A un niño».
–¿Y tú qué respondiste?
–Que cada uno sabrá a quién ha votado.
Lo de la novia también se lo suelen preguntar, pero Alejandro asegura que «no se come una rosca». Los adultos le adelantan que con el libro la cosa va a cambiar, que va a ligar muchísimo, pero él se sonroja levemente y mira con cierto escepticismo. No termina de creérselo.
Cuando se le pregunta qué es lo que más ilusión le haría conseguir con este libro lo tiene claro: «Que se publicara en Japón. Ya le he dicho a Carmen [Fernández de Blas] que si se edita en ese país, que yo me apunto a presentarlo allí… Es el país que más me gustaría visitar del mundo y además sé un poco de japonés. Los dibujos animados los veo en versión original con subtítulos, y las canciones me las sé todas en japonés». Efectivamente, la animación japonesa es otra de las aficiones de Alejandro Santaella. Eso y el rock. «Bueno, no todo el rock. A mí me gusta el metal, grupos como Mago de Oz, Manowar, Him…». También le gusta la música celta, que es más tranquila y es un estilo que conecta con toda la iconografía de la literatura fantástica juvenil que él cultiva.
Lo de leer a los clásicos lo lleva peor. «El Lazarillo de Tormes no acababa de entenderlo», explica, «por lo del castellano antiguo, pero lo leí con mi padre y al final la historia me gustó mucho». Camino de la presentación del libro, comentamos que lo más importante para ser un buen escritor es leer y leer y que, claro, lo ideal sería que estudiara Filología o Historia porque son carreras que le pueden servir para su profesión. Pero Alejandro, que tiene las ideas muy claras (o como él mismo dice, parafraseando a su madre, es muy cabezota) salta con algo más bien inesperado. «No, yo lo que quiero es estudiar Informática, es que me gusta mucho… Hombre, escribir me encanta y voy a escribir toda la vida, eso lo sé seguro, pero lo que quiero es estudiar Informática».
+ 'Sebastián y el cetro de la vida' (Ed. Martínez Roca), de Alejandro Santaella, ya está a la venta.
[Fuente: SILVIA GRIJALBA. Fotografías de LUIS DE LAS ALAS]
Divúlgalo
0 comentarios:
Publicar un comentario