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Maya Plisétkaya y la KGB

• POLÍTICA

► Maya Plisétkaya "La KGB me siguió durante seis años".

■ La bailarina y ganadora del Príncipe de Asturias de las Artes 2005 habla sobre la situación política de la extinguida URSS y de su pasión por el baile. Leyenda viva de la danza, Maya Plisétskaya, Premio Príncipe de Asturias de las Artes, está recibiendo homenajes en las principales ciudades europeas, el último en el Teatro Real de Madrid, donde bailó ‘Ave Maya’, creada para ella por Maurice Béjart. Cercana a los 82 años, sorprende la agilidad de su cuerpo, la pasión que transmiten sus ojos verdes, sus gestos y el tono, quedo pero firme, de su voz, que nunca emitió los sonidos de la lengua española, una carencia que lamenta ya que ama este país desde la infancia, trabajó aquí un tiempo y tiene la nacionalidad. Recuerda con amargura su polémico paso por la dirección del Ballet Nacional, y culpa de todos los malentendidos a ciertos ‘ayudantes’ que decidieron erosionar su imagen, atribuyéndole cosas que nunca dijo. Su padre, fusilado, su madre, enviada al gulag, y ella misma, impedida de salir de la Unión Soviética, con la KGB detrás las 24 horas, situación que le hizo pensar en el suicidio. De todo ello da cuenta en su autobiografía, ‘Yo, Maya Plisetskaya’, publicada en los años noventa, con una segunda parte que sale estos días en Rusia bajo el título ‘Trece años después’, a imitación de Dumas, que reunió a sus mosqueteros ‘Veinte años después’. Quién sabe si escribirá una tercera parte. Cuando tenía usted 12 años fusilaron a su padre por orden de Stalin y deportaron a su madre, junto con su hermano pequeño. Usted permaneció con una tía materna, que la había ayudado a entrar en la escuela de baile. Sí, yo fui a vivir con mi tía y mi otro hermano, con mi tío. Mi hermano pequeño tenía un añito cuando lo enviaron con mi madre al gulag, todavía no andaba. ¿Qué pasó con su madre? La liberaron; la habían condenado a ocho años basándose en un artículo del código penal que decía: “Mujer de enemigo del pueblo”. En este gulag, del Asia central, había 6.000 esposas de ‘enemigos del pueblo’; la dejaron salir de ese campo de trabajo, pero la obligaron a residir en un lugar especial para gente deportada, una residencia por deportación, en Kazajistán. ¿Cómo repercutieron esos hechos en su vida social? Va a sonarle muy extraño lo que voy a decirle, pero en mi grupo, en la escuela de ballet, había muchas chicas como yo, porque no se podía desterrar o mandar al gulag a todo el mundo. Mi padre no ocupaba un cargo demasiado alto, no tenía ningún puesto en el Gobierno, y a los hijos de las personas que no ocupaban un cargo demasiado alto prácticamente los dejaban vivir, no los tocaban; pero los de aquellos que estaban en la cúspide del poder sí que sufrían las consecuencias. En mi grupo éramos 25, y siete tenían a sus padres en esas condiciones; éste era el porcentaje. (...) Más información en el semanario 'La Clave' cada viernes en su quiosco.

Divúlgalo

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