■ Me muestra Modesto el cadáver de un loro verde. “Señor marqués, lo hemos encontrado en el soto de los alamillos”.
No presto atención a la circunstancia, muy lamentable para el loro pero intrascendente para el porvenir de La Jaralera. A la mañana siguiente, me muestra Modesto el cuerpo sin vida de una cotorra multicolor. “Señor marqués, el cadáver se hallaba junto al puente de los plumbagos”. Una casualidad. Hoy, a las diez de la mañana, Modesto me ha traído otro cuerpo de lórido sin vida. Se trata, o trataba, de un bello guacamayo azul. “Señor marqués, le hemos recogido a la vera del Guadalmecín”. Me asalta el interés por la invasión de especies extrañas en mi campo.
He paseado junto a Marsa por La Jaralera. Se oyen los trinos de los pájaros con melancolía de otoño. De cuando en cuando, los trinos se oyen como aspavientos guturales. Uno de ellos nos ha llamado poderosamente la atención. Surge de un fresno. Está claro que algo ha cambiado en mis dominios. Lo que se mueve y abre las alas en la copa del fresno en nada se asemeja a una urraca, una paloma, una tórtola o una oropéndola. Su plumaje es rosa y luce un precioso penacho de plumas en la cresta. Partimos a todo correr hacia casa y consultamos con el “Gran Libro de las Aves del Mundo”. No hay lugar a dudas. Una cacatúa rosa, natural de Tasmania. Se han visto ejemplares aislados en las Islas Cocos, Nueva Zelanda, Nordeste de Australia y Papúa y Nueva Guinea. Se sugiere en el libro la posibilidad de que algún ejemplar haya podido emigrar a las islas Molucas Selatán, pero no pueden asegurarlo los autores.
Nos hemos visto obligados a avisar a las autoridades de la Junta. Un señor muy amable ha tenido el buen gusto de visitarnos. Guiado hasta allí, en la fresneda, ha quedado impactado con la visión. Yo también. Sobre el viejo fresno, unas diez parejas de cacatúas rosas de Tasmania se daban el pico, unas con otras, ajenas a lo que su presencia supone. El funcionario, impresionado, ha quedado en informar a sus superiores. Me informa Modesto que la colonización de nuestros campos por lóridos y demás aves exóticas es un hecho. Huyen de sus jaulas y se establecen en libertad.
Pero ya se sabe cómo son los ecologistas. He recibido un informe de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, en el cual se me prohíbe molestar a las cacatúas rosas de Tasmania. Se establece que La Jaralera es una reserva natural de cacatúas y otra clase de bichos, y me imponen dos guardas que se presentarán a mí en los próximos días. En vista de ello, y aunque pueda parecer un asesino, he procedido a organizar una cacería de cacatúas rosas en casa. Han caído catorce, y seis cotorras, dos guacamayos y siete periquitos. Éxito total. He informado a la Junta y me han dicho que “muy bien, de acuerdo, que no les moleste”. El mundo está loco.
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