Sería difícil vivir en EEUU sin productos chinos; pese a las protectas.
Aunque las protestas se incrementan sobre las importaciones de China, a muchos estadounidenses les sería difícil prescindir de los productos que dominan y en algunos casos monopolizan el mercado doméstico.
Las preocupaciones sanitarias sobre algunos productos fabricados en China resonaron en el Congreso la semana pasada y llevaron al presidente estadounidense, George W. Bush, a formar una comisión para controlar más las importaciones.
Sin embargo, economistas y consumidores afirman que los productos chinos han llegado a ocupar tal espacio que sería casi imposible lograr que los estadounidenses prescindan de estas importaciones a bajo costo.
Sara Bongiorni, una periodista autora de 'Un año sin 'Made in China'', en el que relata el esfuerzo realizado por su familia en 2005 para evitar el consumo de productos fabricados por el gigante asiático, subraya que la experiencia mostró hasta qué punto las economías de ambos países están interrelacionadas.
"Podemos vivir sin las importaciones chinas hasta cierto punto", escribió, añandiendo sin embargo: "Eliminar los productos chinos para siempre parece poco práctico, ya que podría significar que nunca más compremos un móvil, una pistola o algún día incluso un televisor. No queremos prescindir de esas cosas para siempre".
Bongiorni admitió haber descubierto que tanto los juguetes como las tostadoras y los aparatos electrónicos vienen principalmente de China, así como muchos otros productos de consumo.
A lo largo del experimento de un año, "terminé pagando casi 70 dólares por unas zapatillas para mi hijo, contra 10 o 15 dólares que cuestan los importados de China", comentó a AFP.
China exportó por 290.000 millones de dólares a Estados Unidos en 2006, una parte significativa del total de 9,2 billones gastados por los consumidores estadounidenses.
"Los productos chinos podrán no ser todo lo que compramos, pero son claramente una parte importante" del total, afirma Joel Naroff, economista de la consultora Naroff Economic Advisors, en el prólogo del libro de Bongiorni.
Naroff subrayó que en base a estos datos "deberíamos ser capaces de vivir fácilmente sin tener que comprar productos chinos, pero esto podría no ser cierto, principalmente para las familias de ingresos medios y bajos".
"Muchos productos tienen componentes hechos en China pero ensamblados en otro lugar. A la mayoría de los industriales le importa poco el origen de las partes que utilizan. Sólo les importa que sea barato y se ajuste a sus necesidades", agregó Naroff.
China ha sido objeto de varios boicots por parte de activistas de derechos humanos y de quienes argumentan que los estadounidenses están perdiendo empleos en la industria. Las críticas contra China aumentaron en los últimos meses por temores sobre problemas sanitarios.
Denuncias sobre la eventual presencia de productos tóxicos en cosméticos y juguetes, medicamentos adulterados, uso en el cultivo de alimentos de pesticidas ilícitos en Estados Unidos, llevaron a prohibir su importación y considerar la imposición de normas más rígidas de control de bienes provenientes de China.
Sin embargo, Peter Morici, economista de la Universidad de Maryland (este), no constata una reducción de las exportaciones chinas como consecuencia de la preocupación sanitaria en Estados Unidos.
"El déficit comercial con China sigue aumentando", afirmó. "Si existe un movimiento de los consumidores todavía no se registra ningún efecto".
Morici agregó que la idea de que un boicot pueda tener un impacto importante sobre el comercio con China es "difícil de concebir".
"De la única manera que esto podría funcionar es si se extiende a Wal-Mart, que es el mayor cliente de China", sugirió.
"Si la gente dijera que no va a Wal-Mart a causa de sus productos chinos, eso podría cambiar las cosas". Pero la gente compra precisamente esos productos porque son baratos.
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